martes, 27 de julio de 2010

¡Oh Capitán, vuestro Capitán!




Pues sí. Lo que parecía imposible se ha hecho realidad. Ni por todo el oro del mundo me hubiera dejado convencer de que Raúl no se retiraría en el Real Madrid. Aún me cuesta creerlo, la verdad. Pero el tiempo pasa para todos y el "7" ha decidido dar un giro a su vida. "Con Mourinho hubiera jugado mucho", aseguró en su despedida. Yo lo dudo, pero igualmente me resulta difícil digerir que Raúl ya no sea jugador del Madrid. Si algo valora Mourinho en un jugador es la capacidad de sacrificio y creo que nadie mejor que Raúl encarna esa cualidad.

No está bien hablar mal de los "muertos" y más si es Raúl, que es un ejemplo en casi todo. Porque el "7" ha sido casi siempre un caballero. Se ha comportado de manera exquisita en casi todos los partidos que ha jugado. Se ha ganado el respeto de casi todas las aficiones contra las que ha jugado. Y ha levantado admiración por casi todos los sitios por los que ha pasado. Pero su carrera tiene una mancha negra. Una mancha que nunca se ha quitado de encima. Ni siquiera él, educado y señor, ha admitido su error, ni ha pedido perdón. Hubiera quedado mucho mejor y se habría ganado todos mis respetos que, desde aquel día, no los tiene.

El 13 de octubre de 1999 Raúl hizo un partidazo. Jugaba en el Camp Nou, lugar que siempre le ha motivado especialmente, y ante un público de lo más hostil. Aquella noche, Raúl marcó dos goles, el 0-1 y el empate a 2 final. Después de este último tanto, corrió mirando al público y nos mandó callar. Aunque entendible por el momento y la adrenalina que debió soltar, a mi me pareció desde el principio una provocación en toda regla. Una incitación a la violencia. Pasé esa semana esperando infructuosamente que el Comité de Competición entrara de oficio a sancionarle. Soy un iluso, ya lo sé, pero como tres años antes habían hecho lo propio con Giovanni, pensé que por un día aparcarían su madridismo para dejar paso a la justicia. No fue así. Pero lo que más me dolió es que Raúl nunca pidiera perdón. Por eso, desde entonces, bajó muchos enteros en mi escala. Nunca me había caído bien, obviamente, por todo lo que representa, pero me parecía un tipo que valía la pena. Hasta ese día. Ese fatídico día. Ahora que abandona el Madrid que vaya con cuidado, que no mande callar a otras aficiones, que quizás no sale de rositas como aquí. Que vaya donde vaya, ya no vestirá de blanco madridista. Un gran escudo para muchas cosas. Que tengas suerte Raúl, pero sigo esperando que me pidas perdón. Yo me sentí ofendido.

Unas líneas de Walt Whitman de recuerdo:
¡Oh Capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha concluido;
El barco ha enfrentado cada tormento, el premio que buscamos fue ganado;
El puerto está cerca, las campanas oigo, toda la gente regocijada,
Mientras los ojos siguen la firme quilla de la severa y osada nave:
Pero ¡oh corazón! ¡Corazón! ¡Corazón!
Oh las sangrantes gotas rojas,

Cuando en la cubierta yace mi Capitán
Caído, frío y muerto.

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