miércoles, 20 de octubre de 2010

La culpa es del orgullo de Laporta




Ya está. La enésima Guerra Mundial ha estallado en el Barça. La palabra fractura está en boca de todos, como si el barcelonismo no lleve fracturado 60 años. Laporta deberá responder en los tribunales de todos los euros que ha despilfarrado de manera más que discutible. Su ex amigo Sandrusco ha levantado las alfombras nada más llegar, como prometió, y la mierda tiene nombre y apellidos. Me hace mucha gracia escuchar al "entorno" decir que Sandro debería haber tenido un gesto de "elegancia" -cito textualmente a más de un opinólogo- y retirar la votación sobre la demanda. Los mismos que pedían el levantamiento de alfombras antes de las elecciones. El comportamiento del barcelonismo es algo que nunca entenderé.

La realidad es que Jan tendrá que ir a un juez y explicar porque se gastó 631.000 euros en entradas para la final de Roma. "Invitamos a spónsors y familiares de jugadores", se justifica. Y me pregunto yo, iluso de mí, ¿y dónde coño fueron a parar el 20% de las entradas que el club se reservó para compromisos? O porque los socios del Barça, sí los socios, los dueños del club, se gastaron 90.000 euros paa invitar a los amiguetes de Laporta al concierto de U2. Yo no lo entiendo. Mi coeficiente intelectual debe ser muy bajo. L'amic Jan ha defendido su postura con vehemencia, convencido de que todo lo hizo por el bien del Barça. Que sus faraónicos dispendios son "lo normal". Una soberbia que explica el final de su mandato y porqué el barcelonismo le ha dado tres patadas en el culo seguidas -moción de censura, elecciones y Asamblea- a pesar de ser el presidente con mejor palmarés de la historia -en cuanto a calidad, porque en número Núñez sigue siendo inalcanzable-.

Laporta pudo acudir a la Asamblea a defender sus números pero no quiso porque asegura que no se votaron los suyos. Unos arrojan 79,6 millones de euros de pérdidas, los "suyos" 11 millones de beneficios. Su orgullo le impidió bajar la cabeza y presentarse ante los compromisarios con uno de sus contundentes discursos. Y aquí está su gran error. Todos los que vivimos esa Asamblea nos dimos cuenta de que los socios estaban más divididos que nunca y que la gran mayoría no tenía muy claro qué votar. Pongo la mano en el fuego que si Laporta hubiera estado en la Asamblea y se hubiera defendido, el resultado de la votación hubiera sido muy distinto. Igual de ajustado, pero el "No" habría ganado. Estoy convencido de que sus palabras hubieran arrastrado a varios indecisos. Pero no quiso. Su orgullo se lo impidió y ahora tendrá que explicárselo todo a un juez.

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